Siempre se ha dicho que “el conocimiento es poder”, que “aquel que domine el conocimiento tendrá el poder” y muchas otras frases que se han convertido en muletillas usadas en los diálogos empresariales y en reuniones familiares. Sin embargo, todo esto tiene un transfondo bastante relevante que en la mayoría de las personas no es conocido, a pesar de encontrarnos inmersos irremediablemente en la ola de la “revolución del conocimiento”. La segunda revolución industrial que llegó con el desarrollo de la tecnología, trajo consigo el desarrollo de nuevos materiales, la explotación excesiva de recursos para la generación de energía que la tecnología requiere, la transformación de la comunicación y la extensión de la esperanza de vida del ser humano por el desarrollo de tratamiendos avanzados a las patologías y las enfermedades. A partir de esto, se podría decir que estamos ante una nueva revolucion: la llamada “revolución del conocimiento”, la cual trae consigo la asimilación de nuevos paradigmas, que implican una transformación bastante radical frente a la manera en que vemos el mundo y nos relacionamos.
El desarrollo de las Tecnologías de la información nos presenta el reto de administrar un flujo enorme de información y datos, y es en su utilización donde radica la ventaja competitiva que presentan las empresas líderes de hoy. Como lo expresó Denham Grey: “El conocimiento es más relevante para sostener los negocios que el capital, el trabajo y la tierra, el cual proporciona la capacidad de responder a situaciones novedosas”, y en este mundo competido se hace relevante que las empresas muestren su lado más innovador. El principal activo organizacional es el capital intelectual, el cual se encuentra en la combinación de la tecnología para administrar esa “Big Data” y las capacidades, competencias, ideas, intuiciones, compromisos y motivaciones de su capital humano. El reto es tanto tecnológico como ético, ya vemos empresas como Facebook que cuentan con los “mejores”, pero inmersas en escándalos y demandas en los cuales aún no se han trazado las líneas del bien y del mal. Así mismo, empresas desaparecen constantemente porque su personal clave no permanece o porque el conocimiento se pierde debido a la inadecuada gestión del mismo. Definitivamente es evidente que las empresas que triunfan en el mundo de los negocios de hoy son las que consideran que el capital intelectual es su principal activo y como tal debe ser gestionado.
Una de las mejores definiciones de Gestión del conocimiento la expresó Karl-Erik Sveiby: “Es el arte de crear valor a partir de los activos intangibles de una organización”. Es poner a disposición de la creación de valor a las personas y la tecnología para marcar ventajas competitivas que se vuelven muy difíciles de imitar y que inclusive sirven a la humanidad para la superación de las grandes problemáticas como la explosión demográfica, el calentamiento global, las grandes enfermedades, etc.
Esta gestión del conocimiento no está supeditada solamente a las grandes empresas y corporaciones, precisamente las pequeñas empresas tienen mayor facilidad de gestionar su conocimiento a través de la tecnología, pero deben reconocer en esta actividad su principal carta de navegación para moverse en los mares de la competencia. Si esto no se visualiza como su principal reto cotidiano y se enfocan solamente en sus activos físicos y tangibles, no se asegurarán su largo plazo.
La gestión del conocimiento implica reconocer y gestionar permanentemente las siguientes situaciones:
- Desarrollamos proyectos innovadores, pero nos cuesta aprender de ellos, compartir nuestras experiencias, evitar que se repitan los errores y aprovechar los aciertos.
- Tenemos expertos en diferentes temas, pero no tenemos la forma de hacer que el resto de la organización acceda a su conocimiento.
- Tenemos un muy buen sistema de información, documentamos lo que hacemos, pero las personas no lo conocen, o no saben como acceder, o dónde se encuentra la información. En ocasiones, se repiten las instrucciones y éstas pueden ser contradictorias o “reinventan la rueda” continuamente porque desconocen el conocimiento que se tiene.
- Procuramos desarrollar una cultura colaborativa pero cuesta hacer que el personal comparta su conocimiento y el conocimiento clave se encuentra muy centralizado.
- Buscamos aprender de otros permanentemente pero desconocemos nuestro propio conocimiento, nuestra propia experiencia y know-how.
- Invertimos mucho en el desarrollo de nuestros colaboradores pero no logramos evitar perder el talento, el cuál se lleva consigo conocimiento crítico para la organización.
Si en su empresa se presentan las anteriores situaciones, es momento de gestionar el conocimiento. La nueva versión de la norma ISO9001:2015 plantea este tópico por primera vez, y establece que las organizaciones deben identificar y mantener el conocimiento clave, poner a disposición de la organización este conocimiento e identificar cuándo requiere nuevo conocimiento para abordar las necesidades y tendencias cambiantes del entorno. Esto se convierte en un factor clave a gestionar hoy en día para velar por la supervivencia de la organización a largo plazo.
Definitivamente la gestión del conocimiento ya gobierna el mundo, y son las empresas que lo han entendido la que están en la cima y gobiernan, pero esto cambia constantemente, porque si algo caracteriza los tiempos modernos es el cambio.
MARCELA RIOS URREA – Master en Prevención de Riesgos, Ambiente y RSC, Auditor Líder HSEQ
mrios@estrategicod28.sg-host.com